ANDRÉS MONTES: GENIO Y FIGURA

Andrés Montes

Hace unos días se cumplió el primer aniversario de la muerte de Andrés Montes. Un grande del baloncesto, que no se le conoce que haya metido una canasta en un partido en la NBA, en la ACB ni siquiera en LEB. Lo suyo era el micrófono y “vender la moto” como el mismo lo definía.

Personaje imitable, pero irrepetible, no quedaba a nadie indiferente: o te encantaba o lo aborrecías. Pero hacía que siguieras viendo un partido de la NBA a las tantas de la madrugada cuando todo estaba decidido, solo por el mero hecho de ver que se inventaba, o de las conversaciones, de todo menos de baloncesto, que mantenía con su extraña pareja: Antoni Daimiel. 
Tenía la rara cualidad de ampliar el diccionario de sinónimos del baloncesto. Capaz de definir a un jugador o jugada con una palabra, frase o simplemente con un chascarrillo, pero todo ello sin pensar, lo primero que le venía a la cabeza. Todo el mundo sabe que es “un pincho de tortilla”, o que quería decir cuando gritaba a Vilma que le abriera la puerta.

 

En sus primeros años trabajo en la radio mayoritariamente, Antena 3 radio, Cope, Radio Cadena Española fueron algunas de ellas. Hasta que en 1995 comenzó a narrar los partido de la NBA en Canal+. Y ahí es cuando empezó realmente a ser conocido. Marco a muchas generaciones, que empezaron a decir “curso” en vez de temporada, o llamar “jugón” al que mejor jugaba de la clase, todo ello con ojeras por haber trasnochado.

Cuando realmente lo bordaba era al narrar partidos en directo, a pie de pista. Uno de ellos, para mi gusto, es sexto partido de la final de 1998 entre Utah-Chicago, en el que Jordan rompía a Russell a escasos segundos del final del partido dejandolo en el suelo, para levantarse y anotar la canasta de la victoria desde el tiro libre, con Andrés Montes de fondo gritando “Jordan, Jordan, Jordan”.

Comenzó a ser popularmente conocido fue en 2006. Cansado de trabajar de madrugada y de considerarse estancado en su trabajo, se le presento su oportunidad. La Sexta lo contrata para narrar los partidos en abierto de los fines de semana. Así que lo espectadores futbolísticos, acostumbrados a narradores más bien conservadores, se encontraron de repente al sentarse el sábado por la noche para ver su partido semanal de liga, a un tipo de raza negra, bajito, completamente calvo, luciendo unas chaquetas pintorescas, gafas de pasta y su peculiar pajarita. Además usar coletillas extrañas, y de no parar de preguntar a un tal Salinas que donde estaba las llaves, o de llamar a uno de los mejores defensas españoles “Tiburón”.

 

Así que tres años después la cadena decidió prescindir del locutor, y volver a un narrador más “normal”. El quedaría para las citas que España tuviera en los veranos entre Juegos Olímpicos, Mundiales y Eurobasket. La última vez que le pudimos ver fue en el Europeo de Polonia el año pasado, cuando encontramos el oro allí no en Moscú. «Yo me despido de todos ustedes. Es mi última retransmisión con La Sexta y voy a decir lo mismo que decía hace tres años y pico, cuando vine aquí a La Sexta: la vida puede ser maravillosa. Un saludo, amigos». Mientras millones de espectadores festejaban el triunfo de España, él se despedía para siempre.
El 16 de octubre de 2009 murió a causa del último mal (como decía mi abuelo). Ese último problema que todos algún día tendremos y que no superaremos. Sin muerte no hay vida, o por lo menos es lo que podemos pensar los vivos para entender la muerte.
Con todo esto, yo me quedo con su frase más conocida: “la vida puede ser maravillosa”, y yo añado “sobre todo con BA-LON-CES-TO”.

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